En ocasiones es necesario informar sobre una alerta de virus en las
computadoras cuando hay riesgo de que mala información se filtre
a nuestros equipos de cómputo.En este caso NO se trata de computadoras, se trata de nuestra FE, DOCTRINA, ESPERANZA Y DE NUESTRA SALVACIÓN.
Este pequeño boletín informativo es para dar aviso sobre alguna información errónea que algunas personas están promoviendo. Que por ser sumamente perjudicial y antibíblica hemos optado por denominarle como el Virus “El Engaño de Atlanta”
NOMBRE DEL VIRUS:
El Engaño de Atlanta.
ORIGEN DEL VIRUS:
Una Iglesia en Atlanta Georgia, conocida por escándalos financieros y morales. Con un líder autodenominado Obispo. Conocido por su mal testimonio dentro y fuera de la iglesia.
MODO EN QUE ATACA:
Sembrando confusión con la enseñanza de doctrina errónea, por medio de gente bien intencionados pero un poco engañados, diciendo que es una nueva revelación, cuando es el mismo engaño que hace siglos se combatió por los siervos de Dios.
Las principales áreas de la mala doctrina enseñada son:
- Decir que el Antiguo Testamento ya no es válido, que no es importante, que se puede prescindir de él.
- Enseñar que los 4 evangelios no son Palabra de Dios, sino simplemente historias.
- Enseñar que Pablo fue el único autor de la Biblia inspirado por Dios y usado por el Espíritu Santo.
- Enseñar la peligrosa doctrina que el diablo ya no existe, que ya murió, como si ya no tuviéramos un enemigo real de nuestras almas.
- Decir que no importa lo malo que haga, ni que tanto me desvíe de la verdad y el camino de Dios, porque de todas maneras al final seré salvo.
Los riesgos al promover estas enseñanzas son:
- Una mala interpretación de las Escrituras, fundamentados en la ignorancia y el engaño de Satanás quien siempre ha combatido las Escrituras y las ha tratado de desprestigiar y destruir.
- Creer que por que ya no existe el diablo, no debemos de tener ningún tipo de cuidado en nuestra vida espiritual, la mejor estrategia del enemigo es que ni siquiera le veamos como una amenaza.
Por : Julio Francisco Loreto Anzures